sábado, 10 de diciembre de 2011

Tres turrones transgénicos

Cuento de Navidad políticamente incorrecto... por supuesto...

(Advertencia: no debería leerse en voz alta, es difícil hacerlo y podría dañar las cuerdas vocales y, además, sería penoso oírlo en boca de guiris que no pronuncien bien el sonido “rrrr”)

Una vez atravesado el puerto de La Carrasqueta y llegado a las faldas de la Peña Roja, nos tropezamos con la ciudad de Xixona en Alicante, internacionalmente conocida por la calidad de sus helados y turrones.
En una de las fábricas más afamadas y tradicionalmente conocida por el alto precio de sus productos, trabajaba como becario desde hacía trece años Roberto Rentrero más conocido por el sobrenombre de “El Vitruvio”, dada su afición al exhibicionismo, la cazalla, el arroz con leche (con mucha canela) y los carajillos de anís. Estas virtudes le fueron creciendo en las entrañas de su ser, gracias a la prolongada permanencia como becario y, a ser el único empleado del departamento de I+D+i- f(x). En este departamento hacía lo que quería y, a nadie le importaba lo que hacía. Era muy triste. El único que pasaba por allí era Ramonet, un vejete con pocas luces ya jubilado, que había nacido en la fábrica hacía setenta y tres años, y a quien dejaban deambular por todos los departamentos. Ramonet que se había pasado la vida empaquetando turrones, pensaba que El Vitruvio estaba trabajando con almendras transgénicas y miel de abejas clonadas. En realidad desde hacía tiempo estaba intentando largarse de la fábrica y, lo único productivo que hacía era probar marranadas en su laboratorio. Había conseguido introducir en la materia base de la fabricación del turrón un potente desinhibidor de la conducta, a base de un derivado de la canela a la que era tan aficionado. Este componente lo había probado en las tres variedades reinas de la marca, a saber: Jijona, Alicante y Agramunt.

A las ocho y cuarto de la tarde del viernes treinta de diciembre de 2011 sonó el teléfono del despacho de Raimundo Rodríguez, gerente de la fábrica. La llamada la hacían desde Presidencia de gobierno en la Moncloa y, le encargaban que les remitieran lo antes posible tres pastillas de turrón de los más caros y de mejor calidad. En la fábrica sólo quedaba además del gerente, su secretaria personal Reme, por motivos que a los dos les resultaría embarazoso explicar. En un principio Raimundo quiso recoger y empaquetar él mismo los turrones, pero sabía que era un desmanotado y lo haría fatal. Se lo encargó a Reme, y ésta localizó a Ramonet que era un experto en embalajes y vivía pegado a la fábrica. Ramonet pensó que los mejores turrones que quedarían en la fábrica serían los que guardaba El Vitruvio en su laboratorio, los localizó, los empaquetó de lujo y se los entregó a Reme que ya había llamado a un mensajero para que los llevara con urgencia a la Moncloa.

Marriano Rajoy había tomado posesión de la jefatura del gobierno de España el veintiuno de diciembre y, nada más hacerlo había llamado a Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy, para pedirles que cenaran con él la noche del cinco de enero (noche de Reyes) en Bruselas, víspera de otra de las importantísimas reuniones de la UE y de la supervivencia del Eurro. Ambos accedieron, a regañadientes, pero accedieron, ya que entendían que para Marriano era la primera vez que se metía en un “fregao” parecido y necesitaba apoyo. La cena se celebró en la embajada de España, a puerta cerrada. El menú fue muy sobrio a petición de frau Merkel, se sirvieron: crema de verduras y pescado a la plancha con chucrut. La cena había trascurrido entre balbuceos en francés e inglés, todo frases hechas y sin sentido al no poder entenderse los tres en un idioma común. A los postres, un empleado de la embajada trajo los tres turrones ya troceados. Al mismo tiempo entró en el comedor mademoiselle Robespierre tritraductora oficial, a la que Marriano insistió en que probara los turrones.
El efecto de los tres turrones transgénicos no falló, igual que no fallan los tres Reyes Magos o los tres tristes tigres. La conversación a partir de ese momento en lugar de tratar del Eurro, siguió por estos derroteros más o menos y, con la ayuda de la tritraductora.

Marriano: Ángela, ¿me permitess que te llame Angelita? Es que te poness tan dulce cuando sonriess.
Merkel: Claro que si tio, a propósito ¿me vas a invitar al coto de Doñana esta Semana Santa?
Sarkozy: Oyes, a Carla y a mí también ¡eh!
Marriano: Vale, vale... y si llamamoss a Berlussconi también y que se traiga unass...
Merkel y Sarkozy: Pero tronko, ¿no te has enterao de que ya no está?
Marriano: Si, claro que me he enterao, pero el Monti ese es más aburrido que una piedra.
Sarkozy: ¿Cómo creéis que nos van a llamar? ¿el trio de los turrones? ¿el trio del Eurro?
Marriano: ¡¡Pero que buenorra estás!!
Robespierre: Marriano ¿porqué me miras tan fijamente? ¿me lo has dicho como tritraductora o como mujer?
Marriano: Como tu quierass churri, de momento tradúcelo.
Robespierre: ¿Al alemán o al francés?
Marriano: ¡Ja, ja! a los doss, quiero ver la cara que se le queda al capullo de Sarkozy.


El efecto duró poco tiempo, pero dejó a los cuatro con somnolencia y caritas sonrientes. Todos se excusaron y se fueron a dormir un tranquilizador y reparador sueño.
Al día siguiente la importantísima reunión del Eurro acabó un poco mejor que otras veces. Merkel y Sarkozy suavizaron sus posturas, consiguieron ser menos intransigentes y hasta Marriano tuvo una pequeña intervención. En la foto de familia de todas las cumbres todavía se les notaba a los tres, una pequeña y cómplice sonrisa burlona...

Hacia Belen va una burra by villancicos on Grooveshark

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