lunes, 31 de mayo de 2010

Pecados capitales III

PEREZA

Lunes, 7:30 AM, suena el despertador, Loren no tiene que ir a trabajar, el sábado y el domingo ha tenido lugar la traca final de la operación «Tres Tristes Trajes», se acostó tarde y aunque no tiene prisa esta mañana, prefiere que la alarma suene a la misma hora de siempre para disfrutar de ese dulcísimo duermevela de las mañanitas del mes de Mayo, conecta la radio, después de una hora de oír las mismas noticias una y otra vez, y los mismos anuncios de todos los días decide levantarse, le cuesta mucho, pone los pies sobre las zapatillas pero mantiene la espalda sobre la cama, intenta incorporarse pero no tiene suficiente fuerza de voluntad y permanece en esta postura un rato, se le duerme la pierna izquierda, siempre ha tenido su parte izquierda más negligente que la derecha, vuelve a poner las piernas sobre la cama sin taparse, siente frío en los pies pero no tiene reflejos para moverse, se da la vuelta y consigue dormir media hora más, cuando se despierta está liado con las sábanas, se levanta, llega al lavabo, con un dedo de cada mano un poco humedecido se quita las legañas, se pesa, ha engordado medio kilo, se pone las gafas, se vuelve a pesar, ha adelgazado ochocientos gramos, le gusta esa báscula porque de vez en cuando su mal funcionamiento le proporciona estas alegrías.
Llega a la cocina pensando que tiene que prepararse un buen desayuno que le proporcionará energía para despertarse de una vez... sólo consigue comer algo chiquitito uou-uou-uou, la visión del fregadero henchido con tres hornadas de platos, cubiertos y cacerolas de las cenas y desayunos le causa malestar y no consigue tragar el desayuno, se desplaza hasta el salón con los cereales y el zumo de naranja, por fin logra terminárselo todo, no quiere volver a la cocina por lo de los platos, deja el servicio del desayuno en la mesita del salón, coge la guitarra, no consigue que sus dedos sean capaces de interpretar algún acorde o punteo digno de ser calificado como música, casi se le cae la guitarra de entre las manos, se pone un güisqui, vuelve a la cocina a coger hielo: no hay, con un supremo ejercicio de voluntad llena el depósito de los cubitos del congelador, parece que su cuerpo se está despertando, vacía el güisqui en el fregadero, no le gusta caliente, llena el fregaplatos con el contenido de las pilas, pone una pastilla de detergente y cuando lo enchufa el muy cabrón se queja de que le falta sal... no tiene fuerzas para llenar el depósito y lo apaga.
Con algo más de decisión vuelve al dormitorio, se viste de trapillo y sale de casa. Sólo quiere pasear despacio y tomar el sol como los fardachos, poco a poco va componiendo el programa del día: «llamará a algún amigote y se irán a comer juntos... lo malo es que es lunes y hay muchos restaurantes cerrados... bueno ya encontrarán alguno, no hay prisa, por la tarde... pues al cine y por la noche... podría llamar a alguna... mejor no... comprará comida para las cenas de la semana, y ya en casa llenará de sal el depósito del fregaplatos, cenará un poco y después con un güisqui con hielo conseguirá tocar la guitarra dignamente...»

jueves, 27 de mayo de 2010

Paseos con perro IV

Ingenuos

Al paseante algunos amigos lo califican de ingenuo, él está de acuerdo, es una de sus características, cree en la bondad de la gente antes que en su maldad.
En su paseo matutino de hoy le ha dado por recordar que estos últimos días ha oído y ha visto al molt honorable pregonar hasta desgañitarse: «...yo no me he enriquecido, yo no he hecho nada...» Como es un ingenuo se lo cree, pero ¿No sabe el molt honorable que precisamente ese es su delito? No se ha enriquecido, simplemente no ha hecho nada mientras los contratadores de sus consejerías han hecho todo lo demás. Él sólo se ha dejado alagar la vanidad aceptando unos regalos.
El molt honorable también es un ingenuo al igual que sus correligionarios del este y del norte, éstos dos además de ingenuos: cínicos y prepotentes.
Está claro que el poder corrompe y que la camarilla que rodea a los poderosos ayuda a que esto sea así. En su afán por alagar al mandamás le hacen creer que está por encima de la ley, del bien y del mal, le dicen que los votos lo absuelven y que puede hacer lo que quiera, que está en su derecho.
Pero un president molt honorable debe saber estar en toda situación: debe saber recibir los aplausos, las palmaditas en la espada y los vítores de sus votantes, jefes y seguidores; debe saber probarse trajes; debe saber emocionarse escuchando y cantando lo himne; y sobre todo debe saber cuando está haciendo el ridículo él y su autonomía y saber retirarse. El president sin embargo sigue adelante en su locura personal y política hasta pronunciar frases tan surrealistas por calificarlo de forma benigna como la de: «...pido para mi Gobierno una medalla mundial interplanetaria...»
De todo esto resulta una acusación por «cohecho pasivo impropio,» lo de «impropio» en términos jurídicos debe significar algo así como que «te ha tocao de rebote,» pero el paseante piensa que es mejor atribuirle la propiedad de que es impropio de personas con sentido común, impropio de personas humildes y sobre todo impropio de personas honradas.

El paseante al cruzarse con El de la vara vuelve a este mundo, busca a Corso y lo encuentra cerca de él ajeno a sus tribulaciones, guiado por su instinto ni siquiera es consciente de que en el estado de California hay un exagerado abandono de perros chihuahuas debido a la crisis financiera y que en Atenas un colega suyo, mestizo, de nombre Lukanikos enseña los dientes a la pasma mezclado con los manifestantes movidos por una crisis mucho más dura...





P.D.: En la década que llevamos de siglo XXI todo sigue igual, sobre todo en política, tal vez en este momento se esté cociendo un cambio forzoso...
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lunes, 24 de mayo de 2010

Intercambio epistolar electrónico III

Lo primero que Nati hizo para enseñarle informática a su madre fue colocarla delante del portátil, abrir el solitario, ponerle la mano sobre el ratón y mostrarle todas las maniobras que podía hacer con él.
-Mamá, tienes que perder el miedo, no te preocupes que no puedes estropear nada. Juega al solitario y verás que manejar el ordenador es muy fácil. Tu sabes jugar a este solitario, te he visto muchas veces, sobretodo desde que murió papá.
Enseguida se arrepintió de esta última frase, casi se puso roja por si su madre había querido entrever un doble sentido. Elvirín no se quiso enterar.
-Bueno voy allá, vamos a ver.
Elvirín trabajaba desde hacía treinta años como bibliotecaria en el Ateneo mercantil de la ciudad donde vivía. Cuando estaba a punto de nacer su hija pidió una excedencia de cinco años para criarla, al volver a incorporarse estuvo a punto de perder el puesto de trabajo por culpa de la informática. Efectivamente, habían instalado en la biblioteca un ordenador personal con una base de datos donde estaban registrados todos los ejemplares, su ubicación y la situación en que se encontraban de prestados o no, además de todos los socios. No supo afrontar el reto de utilizar el ordenador y sólo su buen olfato para la compra de nuevos títulos y sus amistades le salvaron del despido, al final llegaron a un acuerdo: ella recibiría todas las mañanas un listado con la situación de los libros prestados y entregaría una nota de los movimientos durante el día anterior al departamento de contabilidad donde actualizarían la base de datos. Para ella hubiera sido una gran tragedia perder el puesto de trabajo, no por el sueldo sino porque hubiera perdido el privilegio de vivir durante varias horas al día entre libros: le encantaba tocarlos y por supuesto leerlos. Este episodio se lo había ocultado a Nati para que no se sintiera culpable, y aunque se había jurado que iba a perder el miedo a los ordenadores, nunca había dado ningún paso para conseguirlo. No quería perder esta oportunidad.
Al cabo de una hora le dijo a su hija -Nati, esto está chupao, ¿que más podemos hacer?
-Mamá yo me voy a la cama que mañana tengo un día muy duro, ¿porqué no lo dejamos y mañana te enseño a escribir y mandar correos?
-Vale de acuerdo, no quiero ser una carga para ti.
-¡Mamá, no dramatices que no eres ninguna carga para nadie, ah, y vete pensando que nombre vas a ponerle a tu correo electrónico!
Elvirín no entendió mucho lo que le decía, se acostó y durmió intranquila.
A la mañana siguiente estaba nerviosa como una colegiala, de camino al Ateneo, en el metro repasó lo que había estado pensando en sus periodos de vela de la noche anterior: consultaría varios libros epistolares, en particular uno de Fernando Savater que narraba una ficción epistolar entre Voltaire y una dama de la aristocracia española, no recordaba el título pero sabía sin ninguna duda su ubicación y que no estaba prestado.
Cuando a las seis y media de la tarde volvió a casa su hija Nati ella la estaba esperando en el salón, le pidió nada más cerrar la puerta.
-Hija no puedo esperar más, dime de una forma práctica como le envío un correo a yenkas y me quito esta obligación, le he dado muchas vueltas y al final le voy a escribir dos líneas y nada más, todo esto me parece una locura.
-De acuerdo mamá, ya veo que te está afectando, dame media hora para que me duche y enseguida estoy contigo.
Cuando Nati volvió al salón Elvirín había encendido el ordenador y estaba jugando al solitario.
-Bueno mamá, deja eso que estás enjugascá y vamos a crearte una dirección de correo electrónico.
-No tengo claro lo que me dices Nati.
-Si, igual que yenkas tiene uno que se llama yenkas@gmail.com pues tu necesitas otro ¿Cómo te llamaban en la peña donde conociste a yenkas?
-¡No te lo pienso decir ni aunque me emborraches!
-¡Ja ja! vale mami ya veo que no te gustaba, pues entonces algo que recuerde tu nombre, por ejemplo: elvirinquin54 tu nombre, parte de tu apellido y el año en que naciste ¿te parece bien?
-Vale- dijo Elvirín.
Nati dio de alta la dirección en hotmail.com sin mayor problema, a continuación abrió Windows Mail y escribió:

Para: yenkas@gmail.com
-A partir de aquí lo escribes tu todo, en Asunto: pones un título y en el cuerpo todo lo que quieras contarle, luego pulsas el botón que dice Enviar aquí arriba y ya está- le explicó Nati apartándose.
Elvirín puso en Asunto: «Respuesta a tu correo» y se enfrentó con el cuerpo de la carta. Todo lo que había ojeado en el Ateneo, el libro de Fernando Savater y algunos otros no le sirvieron de nada, pensaba que estaba haciendo el ridículo, al final se decidió por un texto escueto, sin emociones, compromisos ni florituras, sólo para quedar bien, escribió:
«Estimado Yenkas:
No recuerdo bien tu nombre aunque sé que empieza por 'S', estoy dudando entre Salva o Santi y por miedo a la equivocación prefiero no pronunciarme.
Aquella época en que nos conocimos fue maravillosa, la añoro bastante.
No quiero ser pesada.
Por cierto ¿todavía te gusta Franco Battiato?

Un saludo cordial.
Elvirín»

-Nati ¿dices que pulse el botón de enviar?- preguntó Elvirín mientras lo pulsaba.
-Si mamá, ya veo que lo has hecho muy bien, seguro que mañana o pasado te contesta, tendré que enseñarte a leer tus correos...


sábado, 22 de mayo de 2010

Paseos con perro III

Bocinazos

Vuelve el calor, el paseante se atreve a salir con camiseta de manga corta. En el grupo de Los importantes uno de los componentes viste pantalón corto, lo recuerda de otros veranos, a la vuelta llevará el dorso desnudo, seguramente su terapia consiste en tomar el sol lo más posible.

A la media hora de iniciado el paseo se llega al cruce de caminos principal, si Corso camina por delante se para, se vuelve y mira a su amo, esto lo hace para no tener que dar marcha atrás, el paseante si tiene prisa en ese momento se vuelve, de lo contrario puede ir a la izquierda, muy raramente a la derecha y la mayoría de las veces hacia adelante, Corso una vez aclarado el itinerario se vuelve a adelantar.

Por encima de otros sonidos se oyen a intervalos varios bocinazos que hacen que pierda el hilo de sus pensamientos, por un momento se sorprende pero rápidamente se da cuenta de lo que pasa: como otros años en el grupo de Las chicas de plata varias de sus componentes quieren ponerse morenas y descubren sus brazos, hombros y escotes lo que hace que los camiones berreen como ciervos en celo. Este grupo siempre pasea por la vía de servicio que discurre pegada a la autopista. Está compuesto por madres jóvenes que después de dejar a sus niñas y niños en el cole se juntan para pasear, su número oscila entre dos y seis componentes.
Al paseante le gusta el itinerario del camino de tierra de la ribera del río. Cuando ha llovido y está embarrado pasea por el otro camino, entonces se cruza con Las chicas de plata, saludan muy amablemente, todas menos una, la que mas buena está o mejor ha sabido mantener su juventud, al paseante le molesta esta actitud no tanto por la negación del saludo sino por la confirmación de ese manido prejuicio que unen belleza y soberbia. Otra cosa que molesta al paseante es que le adelanten, por eso siempre procura no caminar delante de este grupo, sabe que van muy deprisa y que irremediablemente le alcanzarán.

Y sin más molestias, prejuicios y machismos misóginos Corso y él vuelven a casa...


lunes, 17 de mayo de 2010

Pecados capitales II

GULA

Loren volvía a casa más agotado que nunca, la operación: «Un presidente no se vende por tres trajes» había movilizado a todas las consejerías, estaba en entredicho el honor del molt honorable. En realidad estaban en entredicho y en peligro muchas cosas más pero había que mantener la calma y aparentar tranquilidad absoluta.
Esto de disimular era lo que más fatigaba a Loren, menos mal que no tenía que viajar desde «Finisterre hasta el cabo de Gata», solamente había que acudir a algunos centros de poder muy concretos dentro del territorio autonómico y algún otro en la capital del estado.
Estos contactos la mayoría de las veces acababan o transcurrían durante un almuerzo, él almorzaba después, a veces demasiado después y aunque era de buen comer no disfrutaba de las delicias de la buena mesa en esas circunstancias...
Siempre había sido gran comedor, de adolescente su crecimiento corporal fue muy rápido, en el internado donde estudió aprendió a no pasar hambre, sabía que a las dos horas después de comer y antes de que llegara la merienda su apetito le pedía más, lo aplacaba comiendo un bocadillo con aceite y sal obtenido con trozos de los panecillos más enteros que les habían sobrado a sus compañeros. Pasada esa etapa y ya fuera del internado se había acostumbrado a comer cada vez que le apetecía. Poco fumador, intentaba aplacar sus ansiedades comiendo.
Salvo algunas pequeñas manías le gustaba todo y podía disfrutar igualmente comiendo un chuletón asado que un plato de verdura hervida. Prefería los platos de cuchara a los de tenedor, el pescado al marisco, los arroces caldosos a los secos y le chiflaban los potajes, olletas, pucheros y calderetas.
A su edad y dado lo estresante de su actividad, había intentado varias veces seguir una dieta, era inútil la disciplina, sabía que irremediablemente pertenecía a la misma tribu que Carpanta y Homer Simpson... con todas sus consecuencias.

Aquella noche en casa se preparó una lata de callos con garbanzos mezclada con una tarrina de arroz integral al minuto. Después una onza de chocolate sin azúcar y mientras tocaba la guitarra... un buen güisqui con hielo...






jueves, 13 de mayo de 2010

Intercambio epistolar electrónico II

A Sebastián Salmerón Sánchez alias Yenkas, no le gustaban sus siglas, esas tres «S» seguidas ofrecían una grafía demasiado «SSSiniestra». Los que sí le gustaban eran los acentos ortográficos de su nombre y apellidos, hacían que se proyectaran hacia arriba. Sus apenas metro y sesenta centímetros de estatura necesitaban de estos estímulos. Aunque se negaba a admitir que padecía complejo de bajito, lo cierto es que demostraba lo contrario. De joven con los amigos a la menor oportunidad pregonaba «...en la cama no hay estaturas...». Los coches que utilizaba siempre eran modelos grandes, tenía bastante éxito con las chicas, las buscaba más altas que él, y generosas de carnes.
A sus cincuenta y ocho años vivía sólo, rodeado de televisor, cadena musical, home cinema, wii y demás artilugios que intentaban amenizar su soledad, ¡ah! también le acompañaban dos gatos castrados, sendos recuerdos de sus dos ex-esposas. La primera, Amparo, lo abandonó cuando a ambos les tocó la lotería, se repartieron el dinero del premio y las pocas propiedades comunes que les quedaban las sortearon: a él le tocaron el gato y la bici, a ella los libros y el tocata con los discos. Con la segunda, Elena, fue él el abandonador, no sabía muy bien porque, quizá por resentimiento con la primera separación. En este caso si hubo compensación económica por parte de Yenkas a cambio del gato de Elena.
Con el dinero de la lotería montó una tienda de informática. Esta industria estaba en sus comienzos, no la informática en sí, sino la venta a nivel minoritario: ordenadores personales, redes, conexiones telefónicas y todo tipo de periféricos y consumibles. El aprendizaje del software lo solucionó acudiendo a una academia. Aprendiz de mucho y maestro de nada se sorprendió así mismo por la facilidad con la que aprendió la lógica de los lenguajes de programación, esta vertiente del negocio era la que más le gustaba y con el tiempo dejó en manos de sus empleados las ventas, instalaciones de hardware y la academia que también montó, para dedicarse en exclusiva al desarrollo e instalación de software a medida para pymes.
Fue en una de estas empresas donde conoció a Enrique Paredes, un asesor contable con el que tuvo necesidad de trabajar codo con codo para sacar adelante el plan de modernización de una empresa de distribución de productos farmacéuticos. Se entendían muy bien, Enrique sabía explicar con facilidad lo que necesitaba de la aplicación informática y entendía perfectamente las dificultades que le transmitía Yenkas para llevar a cabo alguna de las propuestas que le pedía. Su amistad apenas traspasaba el ámbito de lo profesional, pero había una gran confianza entre los dos. Alguna noche al acabar la jornada se tomaban una cerveza juntos, Enrique siempre quería acabar pronto porque le esperaban en casa su mujer y su hija.
Una mañana de invierno cuando ya llevaba una hora esperando a Enrique, le llegó la noticia de que había tenido un accidente en la autovía y estaba luchando por su vida, a las pocas horas le comunicaron que había muerto. El entierro sería a la mañana siguiente. No se quedó a trabajar, pasó el resto de la jornada deambulando por la tienda y entorpeciendo el trabajo de sus empleados.
Al día siguiente acudió al tanatorio para despedir a Enrique, al llegar se dio cuenta de que no conocía a nadie, pero de repente casi se tropezó con una mujer a la que si conocía, y muy bien porque durante muchos años la había tenido en sus recuerdos, ella no lo reconoció. Se retiró un poco y se dio cuenta de que era la viuda de Enrique, la sorpresa le dejó aturdido, había oído muchas veces a Enrique hablar con su mujer por teléfono y llamarla por su nombre: Elvira, pero nunca se le ocurrió pensar que Elvira era la Elvirín que él había conocido cuarenta años atrás. No supo afrontar la situación con naturalidad y se volvió a casa.

Dos años más tarde, cuando estaba empezando a notar los efectos de la primavera, un atardecer al cambiar la tierra a sus gatos se le mezclaron en la cabeza como en una coctelera las palabras: castrados, enamoramiento, volver, aburrimiento, ilusión... Elvirín. El resultado del combinado fue una inyección de adrenalina en su flujo sanguíneo, a partir de ahí todo fue muy rápido, se puso a buscar en las redes sociales de internet la forma de localizar a Elvirín, sabía que ella no sería usuaria pero posiblemente si lo fuera su hija, conocía sus apellidos pero no su nombre. Buscó «Paredes Quintero» aparecieron varias candidatas con sus fotos en FaceBook, por fin reconoció a una chica que se llamaba Natividad y se parecía mucho al desaparecido Enrique.
No sabía muy bien como abordar el contacto, cabía la posibilidad de que Natividad no fuera la hija de Enrique y Elvirín, pero de todas formas estaba dispuesto a arriesgarse. Elvirín lo merecía, había sido su primer enamoramiento serio y nunca se atrevió a proponerle una relación.
Lo primero que hizo fue abrir una dirección de correo electrónico nueva: yenkas@gmail.com.
Escribió varios textos de presentación teniendo en cuenta que no se iba a dirigir a Elvirín sino a su hija. No le gustaba ninguno. Por fin tuvo la feliz idea de aunar dos de sus más queridas pasiones: la informática y la música, conocía bien la canción Cançó a Mahalta de Lluis Llach, su letra reflejaba lo que él sentía por Elvirín, compuso un seudo-karaoke con música y letra utilizando Flash, el PowerPoint le parecía una horterada para principiantes. Preparó el correo electrónico.
Para: natipared33q@upv.es
Asunto: Para Elvirín con cariño.
Archivo adjunto: lluisllach01.swf
Lo guardó en borradores, se pasó dos semanas abriéndolo todos los días y pasando el ratón por encima del icono de Enviar hasta que una de las veces con los ojos cerrados, el dedo índice de su mano derecha presionó el botón izquierdo del ratón.
Ahora sólo quedaba esperar...


lunes, 10 de mayo de 2010

Paseos con perro II

Pordiosero

Como todos los días madruga el paseante y antes de salir de casa mientras lee la prensa digital en su ordenador escucha una emisora de radio a través de internet. Oye las opiniones políticas de los tertulianos y cree que todos tienen razón, sus razonamientos raramente pueden ser revocados, parece que todos están en posesión de la verdad, por eso prefiere leer y escuchar aquellos medios que están más cercanos a sus preferencias socio-políticas.
Esta mañana en el último minuto antes de apagar el ordenador ha escuchado el anuncio de la segunda convocatoria para elegir la palabra más bella del castellano con motivo del día del libro.

Ya en el paseo ha vuelto a recordar el anuncio. Como no es muy participativo sabe que no concursará pero al igual que hace un año elige su palabra preferida: pordiosero.
Le gustan las palabras compuestas como limpiaparabrisas, robaperas, tuercebotas, besamanos, calientabraguetas, aguafiestas, pasatiempo, autoestima... quizá porque son palabras que se pueden inventar y nacer cada día. Se inventa una: salvahoras.

Sin embargo la palabra pordiosero a pesar de ser compuesta ha perdido su solera y se ha quedado en un insulto. Ya no se llama pordiosero al que pide limosna sino al que descuida su vestido, su peinado o su afeitado.
Algunas veces su mujer le dice -¿No irás a salir así a la calle? Pareces un pordiosero, a ver si te van a dar limosna.

Pordiosero es o era una oficio, como picapedrero, zapatero, panadero y muchos otros. Pordiosero es el que pide limosna en nombre de dios o por el amor de dios.
En todas las religiones se predica y se practica la caridad y sin duda el mejor intermediario es ese dios cabeza principal de su credo.
Recuerda el paseante como en su infancia llamaban a la puerta de la planta baja donde vivía toda suerte de pedigüeños:
-Una limosna por el amor de dios.
-Una caridad que dios se lo pagará.
Su madre unas veces atendía el ruego y otras contestaba -Otra vez será hermano, o hermana.
El paseante cuando da limosna siempre es a los que acompañan la petición haciendo sonar algún instrumento musical.

Sus pensamientos discurren y se bifurcan sin condicionantes por todos los rincones del universo hasta desembocar en las antípodas cuando ya de vuelta se da cuenta de que su perro Corso no le sigue ni le precede, no se apura, sabe que lo encontrará cerca de casa, de no ser que se haya ido detrás de una perra en celo. Efectivamente, Corso está rondando los contenedores de basura en las proximidades de su portal, menea el rabo y con su mirada le hace saber al paseante que se arrepiente de la escapada y que no ha pasado nada grave. Los dos suben a casa...

viernes, 7 de mayo de 2010

Pecados capitales I

ENVIDIA

Loren por fin había conseguido terminar pronto aquella tarde de viernes, no le sirvió de mucho porque tuvo que sufrir los atascos de la hora punta para volver a casa. Vivía en un adosado de una urbanización de tipo medio en las afueras de la capital de la autonomía en la que era Jefe de protocolo. Este desplazamiento a su casa al final de la jornada siempre lo abordaba sin prisa, no le esperaba nadie, hacía seis meses que se había separado de su mujer. El viaje le servía para reflexionar y relajarse, después en casa ya no le quedaban ganas de nada, se abandonaba al güisqui y la televisión.
Los últimos días habían sido agotadores, había tenido que acompañar a la titular de la Consejería de educación de gira por varios colegios e institutos por la necesidad de conseguir adhesiones para su política de reformas.

Las visitas consistían en una reunión con los profesores del centro y una improvisada arenga a un grupo selecto de alumnas y alumnos. En este discursillo siempre pronunciaba una frase parecida a esta: «...siento envidia sana de la educación que estáis recibiendo y del futuro que os espera en esta autonomía que está a la vanguardia del país...»
Estas dos palabras juntas «envidia sana» no las podía sufrir, la envidia era envidia y no tenía nada de sana sino de dolorosa, si algún calificativo podía acompañar a la palabra envidia era el de «cochina» ¿Quién no había usado o recibido en reuniones de quinceañeros y quinceañeras la frase: Lo que tu tienes es envidia cochina? Lo de envidia sana debió de ser el invento de algún político del Nacional Catolicismo.
La envidia se puede transformar en impotencia o conformismo, o en orgullo cuando las cualidades a envidiar son de tus seres queridos principalmente cónyuge y descendientes.
También se puede transformar en admiración, esto último es lo que sentía Loren por:
...el contenido y la amenidad de los artículos de Manuel Vicent...
...la voz y la técnica vocal de Carlos Álvarez...
...la fuerza y alegría al escalar un puerto de montaña del mítico Marco Pantani...
...la facilidad de componer e interpretar al piano de Claude Bolling...
...la capacidad de hacer llorar a una guitarra como lo hacía Atahualpa Yupanqui con sus manos artrósicas...
...y más, mucho más...

Por fín llegó a casa, se puso una ropa cómoda y después del primer güisqui apagó el televisor, busco su guitarra, la afinó y juró que pasaría todo el fin de semana practicando hasta que le sangraran las yemas de los dedos.


domingo, 2 de mayo de 2010

Intercambio epistolar electrónico I

-Mamá, me han mandado un email para ti.
-¿Y cómo sabes que es para mí?
-Pues porque dice: Para Elvirín con cariño- contestó Nati con tono de recochineo.
-¿Ah sí, y qué más dice?
-Pues no dice nada más pero lleva adjunto un fichero.
-¿Qué es eso?
-¡Ay mamá! ¿Y cómo te lo explico yo ahora? Como nunca has querido saber nada de la informática.
-¿Y puedo saber quién lo ha mandado?
-Me parece que no, lo único que nos puede servir es la dirección de correo electrónico de quien lo ha escrito, acércate y te lo enseño.
Elvira intentó leer lo que su hija le señalaba: yenkas@gmail.com y no entendió nada, pero poco a poco le vino a la cabeza el recuerdo de un chico que se hacía llamar yenkas cuando aquel baile se puso de moda en los sesenta.
-Ahora te enseñaré lo que tiene el fichero- dijo Nati pulsando el botón de play...



Se quedaron en silencio.

Elvira se había quedado viuda hacía algo más de dos años cuando acababa de cumplir los cincuenta. Su marido diez años mayor murió en un accidente de circulación. Fueron más de veinticinco años de amor y convivencia tranquilos. Ella se pasaba horas imaginando como le hubiera ido con otros chicos a los que había conocido, le gustaba mucho este pasatiempo. Nunca lo había practicado con yenkas.

-Tengo hambre, vamos a preparar la cena- dijo Nati levantándose.
En un momento prepararon una ensalada y unos fiambres en la pequeña mesa de la cocina. Mientras cenaban continuaron hablando.
-Mamá, tienes que contestarle a ese chico, lo que te cuenta es prácticamente una declaración de amor, te está diciendo que ha estado enamorado de ti todos estos años.
-Mira hija, no es ningún chico, es un hombre de casi sesenta años y además siempre ha sido muy rarito y muy poquita cosa.
-De todas formas creo que deberías contestarle para quedar bien, escríbeme unas líneas cuando te lo hallas pensado y yo le mandaré un email en tu nombre.
Elvira ya no escuchaba a su hija, en el fondo le halagaba mucho que alguien se acordara de ella de aquella forma, no conocía bien a yenkas pero sin embargo practicó con él su pasatiempo de imaginación. Se le alegraron los ojos.
-Nati ¿cuando me vas a enseñar informática de una vez para que pueda utilizar yo los emails esos?
-Ahora mismo mamá, cuando quitemos la mesa- le contestó su hija con una gran sonrisa en la cara.

-Y ¿cómo de rarito dices que es ese yenkas?
-Mucho hija, mucho, le gustaba Franco Battiato.
-Si que es rarito, si, pero bueno también le gusta Lluis Llach.
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