lunes, 24 de mayo de 2010

Intercambio epistolar electrónico III

Lo primero que Nati hizo para enseñarle informática a su madre fue colocarla delante del portátil, abrir el solitario, ponerle la mano sobre el ratón y mostrarle todas las maniobras que podía hacer con él.
-Mamá, tienes que perder el miedo, no te preocupes que no puedes estropear nada. Juega al solitario y verás que manejar el ordenador es muy fácil. Tu sabes jugar a este solitario, te he visto muchas veces, sobretodo desde que murió papá.
Enseguida se arrepintió de esta última frase, casi se puso roja por si su madre había querido entrever un doble sentido. Elvirín no se quiso enterar.
-Bueno voy allá, vamos a ver.
Elvirín trabajaba desde hacía treinta años como bibliotecaria en el Ateneo mercantil de la ciudad donde vivía. Cuando estaba a punto de nacer su hija pidió una excedencia de cinco años para criarla, al volver a incorporarse estuvo a punto de perder el puesto de trabajo por culpa de la informática. Efectivamente, habían instalado en la biblioteca un ordenador personal con una base de datos donde estaban registrados todos los ejemplares, su ubicación y la situación en que se encontraban de prestados o no, además de todos los socios. No supo afrontar el reto de utilizar el ordenador y sólo su buen olfato para la compra de nuevos títulos y sus amistades le salvaron del despido, al final llegaron a un acuerdo: ella recibiría todas las mañanas un listado con la situación de los libros prestados y entregaría una nota de los movimientos durante el día anterior al departamento de contabilidad donde actualizarían la base de datos. Para ella hubiera sido una gran tragedia perder el puesto de trabajo, no por el sueldo sino porque hubiera perdido el privilegio de vivir durante varias horas al día entre libros: le encantaba tocarlos y por supuesto leerlos. Este episodio se lo había ocultado a Nati para que no se sintiera culpable, y aunque se había jurado que iba a perder el miedo a los ordenadores, nunca había dado ningún paso para conseguirlo. No quería perder esta oportunidad.
Al cabo de una hora le dijo a su hija -Nati, esto está chupao, ¿que más podemos hacer?
-Mamá yo me voy a la cama que mañana tengo un día muy duro, ¿porqué no lo dejamos y mañana te enseño a escribir y mandar correos?
-Vale de acuerdo, no quiero ser una carga para ti.
-¡Mamá, no dramatices que no eres ninguna carga para nadie, ah, y vete pensando que nombre vas a ponerle a tu correo electrónico!
Elvirín no entendió mucho lo que le decía, se acostó y durmió intranquila.
A la mañana siguiente estaba nerviosa como una colegiala, de camino al Ateneo, en el metro repasó lo que había estado pensando en sus periodos de vela de la noche anterior: consultaría varios libros epistolares, en particular uno de Fernando Savater que narraba una ficción epistolar entre Voltaire y una dama de la aristocracia española, no recordaba el título pero sabía sin ninguna duda su ubicación y que no estaba prestado.
Cuando a las seis y media de la tarde volvió a casa su hija Nati ella la estaba esperando en el salón, le pidió nada más cerrar la puerta.
-Hija no puedo esperar más, dime de una forma práctica como le envío un correo a yenkas y me quito esta obligación, le he dado muchas vueltas y al final le voy a escribir dos líneas y nada más, todo esto me parece una locura.
-De acuerdo mamá, ya veo que te está afectando, dame media hora para que me duche y enseguida estoy contigo.
Cuando Nati volvió al salón Elvirín había encendido el ordenador y estaba jugando al solitario.
-Bueno mamá, deja eso que estás enjugascá y vamos a crearte una dirección de correo electrónico.
-No tengo claro lo que me dices Nati.
-Si, igual que yenkas tiene uno que se llama yenkas@gmail.com pues tu necesitas otro ¿Cómo te llamaban en la peña donde conociste a yenkas?
-¡No te lo pienso decir ni aunque me emborraches!
-¡Ja ja! vale mami ya veo que no te gustaba, pues entonces algo que recuerde tu nombre, por ejemplo: elvirinquin54 tu nombre, parte de tu apellido y el año en que naciste ¿te parece bien?
-Vale- dijo Elvirín.
Nati dio de alta la dirección en hotmail.com sin mayor problema, a continuación abrió Windows Mail y escribió:

Para: yenkas@gmail.com
-A partir de aquí lo escribes tu todo, en Asunto: pones un título y en el cuerpo todo lo que quieras contarle, luego pulsas el botón que dice Enviar aquí arriba y ya está- le explicó Nati apartándose.
Elvirín puso en Asunto: «Respuesta a tu correo» y se enfrentó con el cuerpo de la carta. Todo lo que había ojeado en el Ateneo, el libro de Fernando Savater y algunos otros no le sirvieron de nada, pensaba que estaba haciendo el ridículo, al final se decidió por un texto escueto, sin emociones, compromisos ni florituras, sólo para quedar bien, escribió:
«Estimado Yenkas:
No recuerdo bien tu nombre aunque sé que empieza por 'S', estoy dudando entre Salva o Santi y por miedo a la equivocación prefiero no pronunciarme.
Aquella época en que nos conocimos fue maravillosa, la añoro bastante.
No quiero ser pesada.
Por cierto ¿todavía te gusta Franco Battiato?

Un saludo cordial.
Elvirín»

-Nati ¿dices que pulse el botón de enviar?- preguntó Elvirín mientras lo pulsaba.
-Si mamá, ya veo que lo has hecho muy bien, seguro que mañana o pasado te contesta, tendré que enseñarte a leer tus correos...


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